Alguien dijo una vez que la televisión como invento sería un fracaso, porque pronto las personas se cansarían de estar mirando una caja vacía. Hoy, muchos de nosotros pasamos más de la mitad de nuestras vidas sentados frente a este aparato electrónico. Y qué decir de las computadoras, se han vuelto más que una necesidad, una obligación de vida que toca todo lo que nos rodea y permea a todas las áreas del saber. De hecho, hoy, los instrumentos tradicionales de la enseñanza como la tiza y el borrador han pasado a ser instrumentos de “museo”, pues esta nueva forma de enseñar y aprender por conducto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s) ofrecen un nuevo paradigma en el modelo de enseñanza – aprendizaje.
Empero, ¿es la distancia un reto o un inconveniente para la enseñanza? A decir de Antoni Badía y Joseph M. Mominó, en su obra “La Incógnita de la Educación a Distancia”, la distancia, en general, nunca ha estado bien considerada. En efecto, la distancia entre personas supone la existencia de problemas entre estas; la distancia entre países significa largas e interminables negociaciones; la distancia entre ideas supone esfuerzo para encontrar el consenso de la comprensión. Ahora, ¿qué significa la distancia en la educación? Si pensamos en un niño de 8 años que debe caminar, cada día, entre 4 ó 6 kilómetros para llegar hasta su “centro de educación”, como ocurre en mi país, por ejemplo, posiblemente la distancia puede ser vista como un obstáculo mayúsculo que puede dificultar el proceso de aprendizaje en ese niño.
No obstante lo anterior, la distancia en la educación virtual en vez de ser un obstáculo, representa una maravillosa fuente de conocimiento, si la sabemos aprovechar. Así, el intercambio cultural y social nos puede abrir la mente a nuevos campos del aprendizaje, nuevos métodos, nuevas experiencias, en definitiva, todo un nuevo mundo por explorar y explotar. La distancia en la formación virtual se convierte en aliada y la virtualidad se convierte en el camino. Claro que debo indicar que en este plano, la virtualidad nunca será el destino final, sino el camino que nos conduce al gran galardón: conocimiento democrático, conocimiento compartido.
El conocimiento es poder, pero como diría Alvin Toeffler, “el conocimiento es la más democrática fuente de poder”. La magia cautivadora de la educación a distancia, radica, precisamente, en que mediante el uso de la tecnología de información y comunicación se puede llegar a trascender dos de las limitaciones fundamentales de la humanidad: el tiempo y el espacio. Hoy, es fácil aprender desde cualquier lugar (el campo, el trabajo, la casa, la playa…. ¿el espacio?) y, lo más importante, a cualquier hora del día o de la noche.
La distancia además fortalece la capacidad y el liderazgo personal, pone a prueba nuestra responsabilidad en la construcción del conocimiento, por cuanto en la formación virtual, el docente y la institución académica dejan de ser el centro del proceso formativo y los participantes o estudiantes pasan a ser los verdaderos protagonistas de su propio aprendizaje, además de administrar su propio tiempo.
Claro que no nada en la vida es perfecto, ni color de rosa. En la educación a distancia existe un lobo al asecho que conspira al fracaso: la deserción escolar producida por múltiples factores, como la falta de motivación o desánimo, la baja autoestima, la flojera en el trabajo o construcción del conocimiento, la brecha digital, etcétera. Es por esto que la labor tutorial en la educación a distancia debe y tiene que contener una alta dosis de estímulo y motivación que puede y debe transmitir el docente o coordinador del grupo, como si se tratará de una enseñanza presencial.
Hoy día gracias a la revolución de la web 2.0, que casualmente ahora compartimos, la educación a distancia se está transformando de una actividad aislada y solitaria en un aprendizaje interactivo, gracias a la integración y evolución de tecnologías diversas y a la planeación interdisciplinaria que agrupa videos, imágenes, redes sociales, videoconferencias, wikis, blogs, etcétera, que hacen de este apasionado y basto mundo de la educación, toda una aventura. Vivimos en una “aldea global” y como “ciudadanos” de la misma, debemos aprender a transitar por sus calles del conocimiento para llegar al destino común, que es éste, que nos une a todos.
Finalmente, quiero compartirles la siguiente afirmación atribuida al destacado periodista y escritor Uruguayo Eduardo Galeano, que considero, se ajusta el símil a lo que puede significar la distancia respecto de la educación:
“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
La distancia más corta entre dos puntos es… un click.